Dos poemes / Dos poemas

CASTLEVANIA

Un blíster és una mandíbula. Les seves pastilles, sis espines d’una corona disparada allà fora com a flegma en una dansa simbiòtica: larves parasitàries i hostes sobreestimulats. Cicuta ve del llatí i significa somni dolç o la invenció del màrtir. Com dius alguna cosa bonicament sense haver de mentir? L’amor és sempre dues vegades, pare, perdona’ls. Em sents? Perdona’ls: el seu odi una mena de petó descregut. Despentinats i segurs d’agradar com en Michi Panero, armats amb l’eufòria de qui tanca un after, sortim, fumem recolzats en un capó, i a les venes com als llindars se’ns injecten les hores i estan fetes de llum. No es pot ser romàntic a deshora, amor. No necessito el teu amor, amor, tinc droga a la butxaca. Els llunàtics han pujat la muntanya, suplicants cares de rata, les seves torxes esborronen el cel; estan lliurant una guerra contra la pols i la mandra. Criden que han vist l’amor i té les mans ossudes. Quin somni dolç, amor, ja no som els mateixos. La ciutat se’ns obre cap a dins com un atreviment i els estius són tristes, solitàries aus carronyeres.

MANANTIAL

I

Los ciervos pastaban junto al lago. Sus
amplias cornamentas hendían las estepas

bajo la inmóvil mirada de mi madre.
Han llegado, me dijo, y su tristeza

nos pertenece. Aún tenían la piedad
sobre ella y ella sólo le temía a la noche.

Óyeme, hijo mío, no enmudezcas,
deja que lleguen pero no te quedes

aquí, aquí están con sus bocas
a los cielos bramando
. Las moscas

retirando la piel muerta de sus frentes en noble
y callada agonía: del modo exacto en que

mi madre ingresaba de a poco en la depresión.
No te quedes, mi niño, y yo empecé a cabalgar

hacia el manantial.

II

El viento me friega el rostro y ondula mi cabellera y la tarde
siembra coletazos entre los tirabuzones de los

páramos. En las tierras de los hombres y de
las mujeres se oye una carcajada por lejana

que sea, y yo digo, cada tanto, una oración para no perderme
como quien prende un talismán ante la casa de la muerte.

Mas sé cuál es mi destino. Allende Oriente, me dijo
un niño con los ojos de mi hermano, hay un

manantial azulado, y la ruta que conduce hacia él es
la gran historia del mundo: la sonrisa de los padres,

el oficio familiar, las mujeres de tu vida. Digo
mi oración: el hombre es el hijo del hombre

como dos hojas son dos yemas batientes,
y el polvo de los caminos se levanta al paso de mi caballo.


Marc Puente (Figueres, Spain, 1999) es licenciado en filología hispánica. Actualmente reside en Madrid, donde trabaja, háce teatro y escribe su segundo poemario. Su primer poemario es inédito.